Ayer me sorprendió la nostalgia luego de haber estudiado un rato, y me vi recostada contra la lavadora de la cocina comiéndome un pan con dulce de leche de naranja...pensaba ser cautelosa con la cantidad de dulce de leche ya que es un regalo preciado que traje de Buenos Aires sin embargo, desistí de la cautela, pues la vida es hoy, no guardo para nadie más que para mi misma y quería en medio de ese insensato momento de soledad y melancolía aligerar la pena con algo dulce.
Me pregunté mientras mordía cada bocado porque me estaba sintiendo agobiada por estar sola, y también me carcomía la idea de que no me han elegido.....pero luego ahondé más en la idea de como se elige a quien querer, he acaso elegido yo en algún momento?, dónde han sucumbido los sentimientos de elecciones fallidas, qué es querer?
Quizás solo sean preguntas que distraigan la mente de lo que verdaderamente duele, pero me ha funcionado filosofar sobre ellas. Salgo a la calle y veo gente feliz acompañada, sonríen, comparten, se ayudan a cargar la bolsas y quizás la vida y yo voy por ella en cambio, con el equipaje contado para no estorbar, para no necesitan apoyo, para no generarme dolores de espalda si me toca recorrer distancias largas, y eso para la compra del super, la subida en el bus, el viaje al centro de la tierra etc...viajo con poco equipaje porque no tengo quien me ayude a cargar más de lo que puedo...
Volviendo a las preguntas filosóficas de la elección, recordé las veces que he creído que se han acercado con intención de elegirme, y como he rechazado dichas pretensiones por generalmente provenir de personas que aunque bellas en sus intensiones tienen equipaje que no puedo cargar yo, pasado, relaciones inconclusas, humanos de quienes son responsables, y es en ese egoísmo donde vuelvo a encontrarme sola, cambiando el bombillo del baño sin nadie que sostenga la linterna, con la compra del super que no supere mas de dos bolsas porque es lo que me alcanza, sin maleta de bodega para no sentir miedo en los lugares que visito, y si necesito salir a correr poder hacerlo con el morral que llevo a cuestas.
Solo en esos momentos de nostalgia rara me siento frágil y débil, se que sería bonito tener a alguien a quien darle la mitad del pan untado de dulce de leche que traje de Buenos Aires para compartir, pero nadie me elige o los que lo han hecho llevan equipaje que no puedo aceptar a cambio de la libertad que tengo de poder salir a correr con un morral.
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