martes, 12 de diciembre de 2017

Veinte mil Kilómetros.

Me gusta la palabra Kilometro, siempre me ha encantado la K, y me encanta que la palabra kilometro empiece con ella.

Amo mis kilómetros, veinte mil para ser más exactos. Me alcanzan para ir a Chicago y volver, ir para saber si alguna vez quiero volver, ir para quedarme. O mejor no ir.
Mis kilómetros me alcanzan para ir a lugares desconocidos, a barrios en los que no vivo, a calles que si no fuera por esos kilómetros no conocería. Me alcanzan para huir y que no se note, para que cada vez que tenga depre pueda empacar mis cosas e  ir a almorzar con mamá.
Mis kilómetros me alcanzan para cuestionarme mi existencia en lluvias torrenciales, me alcanzan para superar mis miedos, para descubrir otros temores, otros motivos que hagan latir fuerte el corazón.

Me alcanzan para llorar en un semáforo cuando pienso en papá, para sonreír y pensar en que soy feliz a medias pero al menos soy dueña de mis pocos pasos.
Mis kilómetros me alcanzan para caminar un poco chueco, para caerme y levantarme, para olvidar lo que es estar peinado pero no dejar de lado el sabor a libertad.

Mis kilómetros me alcanzan para contar mis minutos de soledad, mis besos mal dados y los otros guardados. Me alcanzan para tomar café en Guasca, y almorzar en Guatavita  sin ganas. Me sirven para pelearles a mis amigos que adelantan en doble línea, y para reducir velocidad en la neblina.
Mis kilómetros me alcanzan para llegar a donde Rafa a tomar café y pedirle aprobación sobre el interés de mis afectos, me alcanzan para ir por Certs cuando quiero encontrar alguna excusa para estar afuera, en ese mundo que no entiendo, en ese mundo que me duele, en ese mundo en el que siento que solo cocodrilos rodean el castillo.
Mis kilómetros me alcanzan para soñar como sería dejar atrás el miedo e ir más rápido, me alcanzan para dañar la moto recién pintada. Me alcanzan para no ir en un Transmilenio espichada.
Mis kilómetros me alcanzan para no llevar afán, y poder ser puntual como me gusta. Me sirven para creer que cada uno de los kilómetros que recorro se llevará el vacio de no poder compartir lo que tengo en la mente con la gente que quiero, me alcanza para olvidar que me cuesta hacerlo.
Mis kilómetros me alcanzan para conocer a gente maravillosa que abrazo con el corazón una vez al año para no hacernos daño. Alcanzan para dormir 15 minuticos más y omitir el desayuno. Me alcanzan para llegar rápido a casa a mirar desde la ventana mientras hago aseo escuchando Sonic Youth o lloro cantando  Nino Bravo.

Mis kilómetros me han llevado por lugares lindos, por lugares feos, por lugares difíciles, por lugares especiales. Me han permitido enamorarme de nubes que dejo atrás y del asfalto. Me han enseñado a preferir superficies por su capacidad de agarre y  a uno que otro corredor que admiro y amo.
Mis kilómetros me han regalado sustos, varadas, lágrimas al borde del andén, llamadas de auxilio respondidas y otras ignoradas. Grúas, burlas y risas. Carcajadas de ver que nada era tan grave como parecía, que a la caída duele más el cerquillo que el morado de la pierna.

Mis  kilómetros me han regalado entendimiento sobre lo estético que puede llegar a ser un exhosto, y a no dejarme deslumbrar por lo lindo que se puede ver alguien detrás de un casco.
Me han puesto a prueba el ego y a deteneme cuando me veo echándole madres a aquel conductor que cree que tiene más derecho a la carretera que yo, que  me creo con derechos porque pago mis impuestos.

Mis kilómetros me dan la tranquilidad de saber que cuando todas las cosas maravillosas que me rodean no me parezcan suficientes, cuando me canse de  los éxitos que de una u otra forma tocan a mi puerta y sienta que me agobian más de lo que me placen puedo huir; puedo recorrer 250 km hasta la bomba más cercana y así sucesivamente hasta que sepa a donde quiero llegar. Me sirven para no tener miedo si es tarde, me ayudan a andar más rápido si voy sola, y muy lenta y torpe si alguien me acompaña.

Mis kilómetros me han regalado noches de conversaciones maravillosas, amigos con llanta lisa que se tiran el paseo, y uno que otro suspiro de alivio cuando el comparendo no era para mí.
Estos veinte mil kilómetros me han ayudado a crecer,  a seguir siendo ridícula y sentimental. Me han dado premios y derrotas, técnicas y tácticas. Me han alejado de personas que extraño y otras que no tanto. Me han servido de excusa para romper  años de intenciones inconclusas.
Mis kilómetros han sido mi terapia para restaurar un poquito este corazón roto, vacio y hostil. Y también me han ayudado a evadir realidades que no se cómo enfrentar. Me han llenado de motivos para romper silencios y de otros tantos para crearlos, poderme marchar sin explicaciones.


Hoy en estos, mis 20 mil kilómetros de nada, he reído, y celebro. La celebro a ella por soportar mi genio dia a dia, porque a veces la dejo sola y olvidada en un garaje, porque a veces quisiera que fuera otra, la celebro porque me sirvió de excusa para hablarle y romper tanto tiempo de pretextos para no acercarme. La celebro porque aunque pequeña ha sido lo suficientemente bella para soportarme y permitirme seguir hacia adelante cuando lo único que quisiera es parar.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Hacia donde huir?

El está sin estar, tiene un dolor que lo hace ausente.
Ella está sin estar, no entiende el mundo y duele la ausencia de lo único que quiso y se fue. Sin ella.
Ella lo mira, lo encuentra, lo quiere para ella...El no lo sabe, no lo imagina.
Ella espera, pasan meses, ella espera.
El la mira y le sonrie, ella justifica esa espera.
Ella lo escucha, y le parece que su mundo es bello, que lo quiere para ella
El no quiere mostrar su mundo,  tiene un dolor que lo hace ausente.

Ella sabe que debe irse, ella lo sabe pero no hace caso. Ella espera.Leer escuchando

Blanca de Moncaleano y El triunfo de la Anarquia. Editorial La Valija de Fuego

Leer escuchando   ¿Triunfamos? Podrían asegurarnos de que no, pero discrepo. Con el respeto que siempre le he tenido a la palabra Anarquía...