La lección de paciencia no me está quedando nada fácil...
Lejos está la Alejandra que aprendía rápido y se aburría en las clases porque los profesores repetían y repetían lo que ella ya había entendido...
Admitir que hay momentos en los que me quedó grande limpiarme el trasero no ha sido fácil,
Pedir ayuda para levantar una cobija tampoco lo ha sido, o simplemente no alcanzar a acomodarme una media.
Es confrontante porque sé que hay cosas más graves en la vida, se que este es un lapso en la mía qué no es más que temporal....
Se lo afortunada que soy al tener a mi madre soportando lo insoportable que soy al verme completamente vulnerable, sin mis armaduras, sin mis excusas para ser inaccesible, sin mis posibilidades de pararme refunfuñando y tirando puertas cuando no se hace lo que yo quiero.
Esta vez no se hace lo que yo quiero, créanme, intento por horas decirle a mi pierna que se mueva, que yo le doy la orden....y no se logra...es normal...las fibras musculares fueron cortadas y atravesadas por estos artilugios medicamentosos para implantar la salud, implantar la posibilidad de recorrer a futuro miles de kilómetros sin los obstáculos que por aquel error del médico tratante de antaño me vinieron a generar una que otra amargura en paseos que implicaban recorrer distancias.
Huí a esta única solución médica por años, por qué intuía que me pasaría esto que ahora estoy experimentando, y no me creia capaz de soportarlo.
La convalecencia es dolorosa, porque el cuerpo no acata las órdenes de un lúcido cerebro.
En unos meses se que recuperaré las pequeñas funciones que hoy me son restringidas, se que me reiré de ver que hice un drama de una intervención normal que tiene 98% de probabilidades de éxito, Quedarán en el pasado estás largas noches de no encontrar tranquilidad por los corrientazos y las palpitaciones de mi cuerpo abrazando su nueva articulación, creando tejido nuevo, sano, fuerte, tejido que debe aprender y desaprender, cada día que pasa estoy más cerca del bienestar que me negué por meses y más lejos del día en que tuve temor a una inyección que me dormiría temporalmente.
Por ahora, no me pidan paciencia, la paciencia la necesitan ustedes, los cercanos, los que me lidian día a día.
Paciencia conmigo que no soy más que una niña aterrada de lo frágil que es su existencia; paciencia conmigo que no puedo evitar analizar a fondo mis avances o progresos desde el punto de vista que me dieron mis clases de fisiología universitaria, paciencia tengan que esto es temporal, que ya pronto podré retomar los hobbies que el dolor recurrente me hizo dejar de lado, las caminatas por el campo buscando hongos alucinógenos, los inacabables conciertos que me permitían estar de pie por 12 horas consecutivas, las pesas, el deporte.
Paciencia, que poco a poco aprendo, y aunque no tan rápido como esperaba, se que sola no llegaré a ningún lado.
Paciencia que tengo el animo golpeado por los recuerdos y el desvelo.
Paciencia que aunque no lo reconozca es de ustedes de quienes necesito ahora, para que valga la pena llegar lejos.
Lejos está la Alejandra que aprendía rápido y se aburría en las clases porque los profesores repetían y repetían lo que ella ya había entendido...
Admitir que hay momentos en los que me quedó grande limpiarme el trasero no ha sido fácil,
Pedir ayuda para levantar una cobija tampoco lo ha sido, o simplemente no alcanzar a acomodarme una media.
Es confrontante porque sé que hay cosas más graves en la vida, se que este es un lapso en la mía qué no es más que temporal....
Se lo afortunada que soy al tener a mi madre soportando lo insoportable que soy al verme completamente vulnerable, sin mis armaduras, sin mis excusas para ser inaccesible, sin mis posibilidades de pararme refunfuñando y tirando puertas cuando no se hace lo que yo quiero.
Esta vez no se hace lo que yo quiero, créanme, intento por horas decirle a mi pierna que se mueva, que yo le doy la orden....y no se logra...es normal...las fibras musculares fueron cortadas y atravesadas por estos artilugios medicamentosos para implantar la salud, implantar la posibilidad de recorrer a futuro miles de kilómetros sin los obstáculos que por aquel error del médico tratante de antaño me vinieron a generar una que otra amargura en paseos que implicaban recorrer distancias.
Huí a esta única solución médica por años, por qué intuía que me pasaría esto que ahora estoy experimentando, y no me creia capaz de soportarlo.
La convalecencia es dolorosa, porque el cuerpo no acata las órdenes de un lúcido cerebro.
En unos meses se que recuperaré las pequeñas funciones que hoy me son restringidas, se que me reiré de ver que hice un drama de una intervención normal que tiene 98% de probabilidades de éxito, Quedarán en el pasado estás largas noches de no encontrar tranquilidad por los corrientazos y las palpitaciones de mi cuerpo abrazando su nueva articulación, creando tejido nuevo, sano, fuerte, tejido que debe aprender y desaprender, cada día que pasa estoy más cerca del bienestar que me negué por meses y más lejos del día en que tuve temor a una inyección que me dormiría temporalmente.
Por ahora, no me pidan paciencia, la paciencia la necesitan ustedes, los cercanos, los que me lidian día a día.
Paciencia conmigo que no soy más que una niña aterrada de lo frágil que es su existencia; paciencia conmigo que no puedo evitar analizar a fondo mis avances o progresos desde el punto de vista que me dieron mis clases de fisiología universitaria, paciencia tengan que esto es temporal, que ya pronto podré retomar los hobbies que el dolor recurrente me hizo dejar de lado, las caminatas por el campo buscando hongos alucinógenos, los inacabables conciertos que me permitían estar de pie por 12 horas consecutivas, las pesas, el deporte.
Paciencia, que poco a poco aprendo, y aunque no tan rápido como esperaba, se que sola no llegaré a ningún lado.
Paciencia que tengo el animo golpeado por los recuerdos y el desvelo.
Paciencia que aunque no lo reconozca es de ustedes de quienes necesito ahora, para que valga la pena llegar lejos.